Archivos para febrero, 2012

Vampiros de tiempo

Publicado: febrero 28, 2012 en Narrativa
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Hermann Bellinghausen

En aquella visita suya al futuro, guiado por una ciclista que-cómo-se-llamaba, Rogelio Medrano aprendió que, con el paso de los años, México se convertiría en fabricante de tiempo para exportación: segundos de alta precisión (hasta en Suiza los consumían), semanas tan perfectas como una vacación en Los Cabos o Huatulco, días de todos los colores, años del dragón que ni en China. Y okey, aceptando que fuera real que la de la bici roja lo llevó al futuro, ¿y la gente? Aquel Inferno de fábricas y chimeneas en combustión perenne resplandecía, sobrecalentaba, rugía sin que se viera ni un alma. O bueno sí, algunas, en los hoyos, a todas luces perdidas en la oscuridad y la indigencia.

Qué, ¿no hay gente en el futuro?, soltó Rogelio a la muchacha. Ella lo miró con sonrisita: ¿Imaginas esta ciudad sin gente? En el futuro hay más que nunca. El amigo Medrano estaba a punto de comprender, él no lo sabía, pero la chica sí, y con picardía dilató la revelación como una inyección oleosa y lenta.

“Los dueños de todo esto no viven aquí, así que no cuentan. Se mudaron a las colonias climáticas construidas para ellos en las ex reservas ecológicas del sureste, y allá viven viendo naturaleza, bebiendo agua limpia y respirando oxígeno de primera mano. Ahora, aquí. En este nivel, aunque las condiciones ambientales sean rudas, residen y trabajan los administradores, capataces y ejecutores técnicos de las plantas –por lo demás enteramente robotizadas– y los servicios que su presencia genera (comercios, clínicas de enfriamiento, come- dores climatizados, bares, y mira que aquí los hielos cuestan más que el trago); la droga más usada es el oxígeno enlatado, ya ves lo adictivo que puede ser el vicio de respirar.”

Rogelio la escuchaba con impaciencia. Ella montó la bici roja, vamos dijo. Él montó la parrilla y se siguió dejando llevar. En silencio. Un rato. Largo. Muy. Vadearon unos arroyos espesos con brillos nacarados por los aceites del desecho. Ni se te ocurra tocar esa agua, dijo ella, y él, que ni lo había pensado, no quiso averiguar el motivo. Esta chava era buena para el pedal, y conocía las calles como ruletero. Pronto rodaban por una calzada plana, circundada por lo que parecían gigantescos estacionamientos abandonados. Los resplandores industriales quedaban atrás, como antorchas que los hacían arrojar su sombra frente a sí mismos. La bicicleta perseguía esa sombra sin alcanzarla. Al fin, la ciclista habló de nuevo:

Obviamente entre la época pasada de donde te fui a levantar y este futuro que ves han ocurrido cantidad de cosas, temblores, inundaciones, sequías, epidemias, invasiones mercenarias. Te ahorraré detalles. El hecho es que hace mucho la gente vive bajo tierra dedicada a entregar en exclusiva la materia prima de las industrias: su precioso tiempo. Acá arriba se procesa, envasa y despacha. Y tras una pausa y un suspiro: Esa gente está a merced de los vampiros de tiempo que alardean de industria limpia y de cumplir los estándares internacionales. Allá abajo se nace y muere ya sin ojos, no hacen falta. Se les alimenta porque necesitan durar, si no qué tiempo recibirían las fábricas. Y como supondrás, después de entregar la producción diaria, la gente allá bajo ya no tiene tiempo para nada más, así que se sienta a ver televisión hasta quedar dormida.

No que no tienen ojos?, respingó Rogelio. Y ella lo miró como si acabara de decir una completa tontería. ¿Quién dice que se necesitan ojos en el futuro para ver televisión o enchufarse a la maquinaria extractiva de la compañía? Y al día siguiente, de vuelta a la producción. Así es la vida. La suya.

Igual que ganado quiso hacerse el ingenioso Rogelio. Pollos, corrigió la ciclista. El sistema de producción intensiva se perfeccionó en las granjas de pollos. Se vio que si las gallinas podían poner huevos más aprisa de lo normal, con ciertos ajustes genéticos la gente podría generar más tiempo por minuto. Añádele el desempleo generalizado que padecían, la desescolarización total y el calor en la superficie. Todos acabaron por aceptar la nueva oferta de trabajo, meterse bajo tierra y dejarse extraer hasta la última gota de tiempo para seguir viviendo.

Rogelio pensó: Estoy soñando. Se acordó de Nancy, dormida en la cama, con todo el tiempo del mundo para soñar. Miró la hora: una y cuatro. El tiempo (el suyo al menos) no se había movido. La ciclista cogió una nueva y oscura pendiente, otro hoyo, y fueron a salir a calles conocidas, todavía sin fábricas de tiempo procesado, y pronto llegaron al parque donde encontró a la ciclista Ricky, el golden retriever que debía seguir esperándolo en el zaguán de la casa.

Aquí te dejo, dijo la chica echando de menos su chamarra en la noche fría del presente. Se abrazó con gracia los hombros desnudos. Nunca me dijiste tu nombre, le reprochó Rogelio apeándose de la parrilla. Y ella, mirándolo con sus ojos negros y brillantes: Sí, es cierto, nunca.

Fuente: La Jornada

Manuel Pérez Rocha

“Puede un maestro de primaria o secundaria dejar de ser educador? La pregunta es necesaria porque las políticas actuales de la SEP hacen de los maestros meros instructores. Para la SEP, y sus economistas asesores de la OCDE y del organismo privado Mexicanos Primero, buen maestro es aquel que logra que sus estudiantes respondan acertadamente a las preguntas de los exámenes estandarizados (Enlace, de la SEP, y PISA, de la OCDE). En consecuencia, la evaluación de los maestros la reducen a medir los resultados que sus estudiantes obtienen en esos exámenes y a aplicar exámenes también estandarizados a los propios maestros. Suponen que para el éxito del maestro en esa tarea es necesario y suficiente que él, o ella, tenga conocimientos de las materias que enseña y de los métodos de enseñanza apropiados; en consecuencia, la evaluación universal que pretenden aplicarles se centra en esos dos campos: conocimiento de la materia que han de enseñar y conocimiento de métodos de enseñanza.
Quienes se ocupan responsablemente de la educación saben que ésta no se reduce a la instrucción: en la educación son determinantes aspectos formativos como la motivación, las actitudes, el desarrollo del carácter, los valores morales y sociales. Quizá en los niveles superiores del sistema escolar (posgrados) puedan darse por resueltos algunos aspectos formativos de la educación, pero en la educación básica es esencial dar la mayor importancia a estos elementos formativos, pues de su desarrollo depende incluso la instrucción que se imparte en este nivel.
Es indudable que los niños y jóvenes estudiantes necesitan adquirir conocimientos, pero es falso que para ello sea suficiente que los maestros tengan conocimientos y sean diestros en el manejo de métodos didácticos. Lo esencial es que los maestros logren que los estudiantes deseen adquirir conocimientos, y que sean capaces de guiarlos en el trabajo de obtenerlos. Las actuales políticas de la SEP reducen a maestros y estudiantes a la categoría de máquinas que almacenan y transmiten conocimientos. Se trata de una visión cibernética e industrial, deshumanizada, implantada por la vía del soborno: si un maestro no se desempeña eficientemente como generador de competencias, para triunfar ellos y sus estudiantes en los exámenes estandarizados, padece consecuencias económicas en la llamada Carrera Magisterial. La única motivación prevista es el dinero. Los maestros, además de simples máquinas enseñantes, son reducidos a la condición de mendicantes o codiciosos.
Hay una distancia enorme entre esta limitada y empobrecida concepción de la educación, los educandos y los educadores, y la que inspiró a la educación mexicana en sus magníficos momentos de finales del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente. Como muestra véanse los conceptos de educación, alumno y maestro que expresó el ilustre educador colimense Gregorio Torres Quintero (1866-1934): El maestro tiene por tarea esencial desarrollar el respeto y el amor a la verdad, la reflexión personal, los hábitos de libre examen al mismo tiempo que el espíritu de tolerancia; el sentimiento del derecho de la personal humana y de la dignidad, la conciencia de la responsabilidad individual al mismo tiempo que el sentimiento de la justicia y de la solidaridad sociales, y la adhesión al régimen democrático y a la República.
José Vasconcelos advertía acertadamente: La escuela conforma el desarrollo del niño, y vale más que así se reconozca y que no nos engañemos en neutralidades fingidas o ingenuas. De lo contrario, caeremos en un fariseísmo que no por llamarse nuevo resulta menos parecido al fariseísmo tradicional.
Carlos A. Carrillo, notable y prolífico pedagogo veracruzano (1855-1903), añadía la dimensión social de la tarea docente: “El maestro ha de ser el primero en ejercer este ministerio de persuasión… a él le toca inspirar a las familia de sus alumnos, y a todo el vecindario en cuyo seno está, un amor vivo a la instrucción y un deseo serio de que sus hijos no carezcan de ella, porque es formarse idea tristísima de un maestro el considerarlo como un hombre reducido al mundo de los niños, cuyo horizonte no se extiende fuera de la escuela, cuya influencia no traspasa los muros de su clase, cuando debe dilatarse y dejarse sentir en todos los hogares, porque el maestro ideal, el maestro cuya figura radiante tengo presente ante mi mente, debe ser el alma moral de la comunidad en que reside, el corazón cuyo latido se sienta en todas partes…”
La doctora Elsie Rockwell, prestigiada educadora mexicana del Departamento de Investigación Educativa del Cinvestav, en su antología titulada Ser maestro, estudios sobre el trabajo docente, recoge valiosos materiales de educadores de diversos países y concluye: “El trabajo de maestro de educación básica es distinto a cualquier otro. Por mucho que se haya comparado al del obrero o del campesino, al del misionero o del burócrata, lo cierto es que trabajar con 30 o más alumnos dentro de un aula para enseñarles los elementos culturales considerados básicos tiene características únicas. Las experiencias ‘frente a grupo’ son continuas e ineludibles. A diferencia de lo que ocurre en otros casos, la docencia requiere un esfuerzo sostenido, tanto afectivo y físico como intelectual, durante toda la jornada laboral. Responder a un grupo de alumnos puede requerir todos los recursos de que dispone un maestro: sus conocimientos profesionales así como capacidades obtenidas en diversos ámbitos de su vida. Como actividad fundamental social que es, ser maestro implica establecer constantemente relaciones con otros: alumnos, padres, autoridades y colegas”.
¿Puede evaluarse una tarea tan trascendente, compleja y difícil, que se desarrolla en el variado y rico mosaico social y cultural del país, con pruebas estandarizadas elaboradas en las oficinas centrales de la SEP? ¿Qué efecto tendrá en la educación mexicana este afán de control centralizado? Es urgente formular un proyecto alternativo de evaluación del magisterio sustentado en esas relaciones sociales que el maestro debe establecer con los alumnos, padres, autoridades y colegas.

FUENTE: La Jornada